La rutina sigue ahí.
Aun detesto levantarme temprano, y me quedo dormida y llego tarde a todas partes, aun no gusto de lo que veo en el espejo pero aveces si pero aveces no le coqueteo al reflejo y le robo la picardía y asi tengo animos para el día. Aun me pica el bus aunque tenga sillas de plástico y afano al reloj mirandolo cada dos segundos, instandole a decirme que voy tarde, voy tarde, voy tarde! aunque no. Aun me quedo mirando su edificio cuando paso de largo en la 57 con septima y pienso en Perú, y veo la Javi y la pienso en ella y en las anecdotas que no me contará, aun el frío y la lluvia y la gente contracorriente, esas botas, esos charcos, esos bips de los ascensores, todo siempre, la rutina sigue ahí cuando salgo y atardece, cuando estoy bien y mal y veo al niño que me gusta, y al otro, y al que no.
Me he convertido en mi rutina (?), sospecho que talvez, todo es talvez, el talvez también es parte de la rutina, y ahora Paola y Briana y Catalina y Felipe y Julian, y hace mucho que el autoexilio emocional no es rutina y me esfuerzo porque se quede así, lejos, fuera de mi, que no me importa la rutina, ya no, porque no es malo tener instrucciones, acción, canción que me anime la tarde si estoy mal y si estoy bien mejor porque me elevo y sonrío y hasta me dicen que me veo bonita.
La rutina sigue ahí y yo sigo siguiéndola porque no sé moverme de otra forma, nada me importa lo suficiente pero soy (a ratos, y la palabra es algo exagerada) feliz, ignorante, mediocre y distraida, pero feliz.