viernes, 27 de febrero de 2009


jueves, 26 de febrero de 2009

Humbert

Un hombre, un alma armada, una rosa descolorida.

No me gusta no poder recordar como te veía, ni mucho menos el que no puedo porque no lo hacía. No te conocí, no te contemple. No me queda de ti mas que la música que me prestaste para conducir mi vida, que junto a la tuya, es luz de una noche.
No me queda y no me quedará más que la imagen de un quijote sin molinos que se esfuma mas rápido que el tiempo, entre trasfusiones de sangre enferma y el espacio detenido donde se suspenderá tu ahora débil presencia.
No me gusta imaginar tu memoria en un cajón, con las manos cruzadas donde se fosilizará tu inmovil corazón desvalido, ni notar que realmente nadie evitará que te vayas contra tu voluntad. No puedo aceptar que tu voz forsoza de letras enredadas dejará de confundir significados y canciones, de ser ronca y juguetona y de en enseñarme formas de reír.

Pero debo hacerlo. Sobre todo teniendo en cuenta que te acercas al final cada día un poco más mientras te consumes hacia adentro, te desgastas, y la forma en la que ves el mundo sin verte en él ya no es suficiente soporte. No puedo sumarle días a la vida que se te escapa en quejidos y cansancio, ni absorber la enigmática vitalidad que niega abandonarte todavía. Temo incluso no poder recordarte, mientras junto con mi memoria se ensancha el olvido.
Aun sabiendo que eventualmente morirías, siento que no era el momento, y que tu salud saboteada por tus ancianos órganos te habría alcanzado para más soles en otras circunstancias.

Eres un ocaso largo, uno que ya padeció mucho, una luz borrosa que nos tiene alerta. Cuando acabe el día, marcharas con él, subirás la escalera al cielo que canta promesas de un sueño dorado, el que has perseguido, y me alentaste siempre a no renunciar.
Y ni entonces me daré cuenta, excepto cuando note que la música suena distinto: EN LO ABSOLUTO.

Lamento las metáforas; sé que no te gustan.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Podría hacer soñar con una narrativa mas bien mediocre, lo sé, porque mis manos no pueden evitar delirar, no pueden dejar de guiarme por un absurdo infinito en el que se consume mi existencia, una hoguera inmensa sin principio ni final, que se alimenta de lo que otros dejan descuidadamente a mi merced, sus sueños, sus anhelos, hasta las murallas de contención con las que celosamente se guardan hasta de ellos mismos; lo que saben y temen reconocer.

Por que soy la clase de persona que posee manos así, que con caricias eleva y subleva párpados y conciencias. Soy la clase de persona que no deja de imaginar, y el cauce fuerte de su no-estar te arrastra sin que quieras poder evitarlo. Tengo los ojos tristes, hambrientos, vacíos como un túnel, que sin embargo te exhiben sin ningún pudor lo que deseas y no puedes alcanzar. Soy sombras, fisuras en carne y alma: heridas de guerra. Un gusto sencillo. Tengo y no tengo, lo que puedo sujetar con mis manos es mentira y soy una ilusa.

He de admitir que al fin me sé libre. Porque nada me sobra y nada me falta. No ambiciono. No espero. Ya no hay musas, no hay reclamos, no hay caprichos. El olor del tiempo que se fue y siento almacenarse en mis lagrimales, el color rosa pardo que me colorea un día diferente en el monótono circo de mi leve y susurrada inexistencia, el sonido del espacio inexacto en el que rompo mis costuras. El collage de mis sentidos. Las referencias del futuro sin futuro que eventualmente olvidaré como uno de los mas pasionales e insensatos.

Las vocales, los monosílabos, incoherencias ortográficas que no hacen más, o menos, comprensible el mundo de la tinta sin encerrar en partículas de papel;

ESTOY LLENA DE AIRE CALIENTE
Las sensaciones, como mi vista, se difuminan en los bordes. No diferencio lo obvio de lo demás. Ahora que poseo todo lo que nunca pedí, me pregunto que uso darle a lo estorbosamente útil. Me arde el abdomen y no tengo como reirme para evitarlo. Ya no. Las mariposas se han cristalizado en pleno vuelo, no voy a deslindarme más, la memoria ya no alcanza, como muchos otros asuntos pendientes; Se ha atrofiado la vida, mi vida, aunque vivir no sea igual a la vida, sino un convencionalismo paralelo. Aunque me robe las ideas que leo sueltas por ahi, enmarcadas en paredes o flotando en la punta de la lengua de un despreocupado pensador. Aunque no sean mias, lo son. Igual que el universo. Igual que lo que me es ajeno.