miércoles, 15 de abril de 2009

May

Marta no tiene ojos verdes, ni un sol marcado en la cabeza; no tiene un descapotado blanco para recorrer la ciudad.
Sin embargo, sus pasos tienen algo floral, natural, delicado, y al entrar en cualquier sitio desvía las miradas y atrae la atención...
No anda por Madrid, y la espero en un parque donde no nos hallaremos, sobre el pasto moteado de luz, con la mirada ausente y la vida entre consumida y consumada en cigarrillos y licor rojo.

Marta no me dice nada, porque no hay mucho que yo le pueda oír; pasaría a ser una pantalla insensible, y un nuevo pretexto.
Resulta en mi mundo raro un pero que no alcanzo a comprender.
Y la verdad...me gustaría conocerla mejor. Pero, la verdad, me intimida. Me da miedo salir disparada por la fascinación que me causarían sus particularidades, y dejar de crear dimensiones en torno suyo para pasar a ser parte de ellas.

Más bien, que vibre el aire donde suena la música que inspira su nombre. Que sigan los desvelos.
Que no se pierda nunca.
Marta...oh, Marta
No te voy a dar excusas.