Sabes que, aun después de todo este tiempo me dan ganas de escribirte? Desde esas pequeñas notas que hacíamos caber en las esquinas del papel de los cuadernos del colegio, hasta esas largas cartas enredadas en caricaturas de nosotras mismas. Claro que entonces lo que te decía era diferente a lo que te diría ahora. Por ejemplo, solía decirte cuanto te quería y trataba de hacerte sonreír como fuera; anotaba alguna tontería que hubiera marcado el día o te dibujaba lo que se me pasara por la mente. Intentaba hacerte notar lo importante que eras para mi y te deseaba cosas bonitas. No es que no te desee cosas buenas, es solo que ahora no te lo haría saber porque no creo que lo valga. Por lo mismo, ya no te diría que te quiero y eres especial, y no llenaría los marcos del papel con mis sueños mas retorcidos o las cosas que me harías imaginar. No, no podría, y es mas que nada porque ya no tengo razones para escribirte, y alinear frente a tu ahora respingada nariz las cosas que me hacías pensar y sentir, aun cuando eso no ha quedado del todo en el pasado. Porque admito que aun pienso en ti, pero no como siempre digo que lo hago. Admito que me hubiera gustado que al menos una vez hubieras escrito algo para mí, y que no sé como aun eres, de una forma distante, la razón por la que escribo a la 1 de la mañana. Admito que me gustaría no haberte dado esa última carta, por lo mismo, porque no creo que sirva de nada decirte esas cosas, y admito, por encima de todo lo demás, que sueles hacerme falta, pero ignoro como puedo esa sensación, porque sé que, cuando de ti se trata, no me va a llevar a ninguna parte.